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6 de noviembre de 2020 0

Víctor Victoria. Ya está aquí el proyecto de “ley trans”

Por Iván Blanco

Pues ya está aquí, el proyecto de ley Trans del Ministerio de Igualdad. La ley más constitucional de todas, pues es el objeto de nuestra constitución liberal el asegurar y apuntalar la soberanía del individuo por encima de cualquier ley natural.

Dice así el artículo 10.1 de la CE: “La dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y de la paz social”. Y es justamente ese libre desarrollo de la personalidad lo que consagra la ley Trans. Un libre desarrollo únicamente limitado por la ley, no por la moral, la naturaleza o el sentido común. El único marco que nos delimita es el jurídico. Y claro, como hemos convertido a nuestra sociedad en una jerarquía normativa, la ley va por encima de la costumbre como fuente de derecho. El positivismo se impone a la tradición. Así pues, el individuo tiene derecho y potestad a autodeterminarse, a decidir sobre todo aquello que quiera sin mayor restricción que el ordenamiento legal. No importa que sus acciones sean inicuas o inmorales, si son legales son correctas.

Hasta ahora para cambiarse el sexo en el registro, era conditio sine qua non que el interesado, interesada, o interesade (cuando Xavier Horcajo hizo la broma todo el mundo se le tiró encima por tránsfobo, y ahora los progres han cogido la “e” para significar no sé qué historias de inclusividad, en fin), estuviera sometido a tratamiento psiquiátrico con una disforia de género diagnosticada, y un tratamiento hormonal por un mínimo dos años. Es decir, que había un reconocimiento de una patología. Patología no tratada para curarse, sino avivada para que el individuo se acomodara a su nueva identidad. ¿Se imaginan que los psiquiatras de la sanidad pública fueran condicionados a hacer lo mismo con las adolescentes anoréxicas? “Mira chica, sí, estás como una foca. Vamos a rebajar la ingesta de hidratos a cero porqué con 43 kilos te va a dar una miocarditis. Para cenar agua, y vomita tres veces al día”. Por esa misma lógica, estas chicas tendrían una ayuda médica a acomodarse a su sobrepeso imaginario.

Pero bueno, sin querer entrar en detalles médicos, me hace mucha gracia cuando el interlocutor ideologizado, (léase cualquier defensor de este dislate), dice esa maravillosa mentecatez: “Su género no coincide con el sexo asignado en el momento de su nacimiento”…¡Ohhhh! ¡Qué enternecedora estupidez! Por ahora puedo hablar por mis dos hijos, pero no recuerdo que a ninguno de ellos al nacer me lo pasaran por un asignador de sexos. Ni siquiera esa asignación se produjo en el seno de su madre, porque como padre, me hubiese molestado que un consignador de sexos se hubiera deslizado en nuestra alcoba para tan exótico menester.

Vamos a clarificarlo por si algún progre-loco lee estas líneas por casualidad. El sexo constituye al individuo desde la singamia o la concepción. No le es asignado. Es sustancial debido a su esencia. Una esencia no puede dar una sustancia diferente. Es un problema ontológico, pero que se ve muy fácilmente con un ejemplo: un espermatozoide humano y un óvulo humano no pueden dar un osobuco al oporto con setas. Bien, pues la combinación de los cromosomas XX e XY nos darán otra cadena cromosomática que constituirá todo el ser (niño o niña) que nacerá. Y esa cadena cromosomática no cambiará jamás. Si un arqueólogo descubre el cuerpo de alguno de nosotros dentro de 20.000 años sabrán que éramos hombre o mujer por nuestro ADN, no por cómo nos sentíamos, o queríamos sentirnos o creímos sentirnos. Bien, que me pierdo, si el infante (así sí soy inclusivo, ¿eh?) no se identifica con su sexo, el problema es mental, no físico. Y por eso los psiquiatras y psicólogos deben ayudar a que el individue (me tiro a la piscina), recupere la cordura y a no amplificar su desvío. Y todos nosotros, como comunidad, debemos mostrarle una inmensa comprensión y amor, pues esa persona, necesita de ayuda, mucha ayuda.

Esta ley ha sido muy criticada, pero no por los motivos arriba mencionados, sino porque esa autodeterminación sin límite provoca que las feministas vean peligrar su definición de género (que lejos de referirse al sexo del individuo viene determinado por los privilegios que conlleva ese sexo en el constructo de la sociedad. ¡Basura rousseauniana, vamos!) y la delimitación de lo que es hombre-mujer. Así , uno ya puede cambiar de naturaleza por el mero hecho de quererlo y no se le pedirá nada más que firme el certificado del registro civil. Y por arte de birlibirloque ya tendremos una persona (ya no me la juego con el género) autodefinida como le salga de sus reales….narices. Lo que debemos preguntarnos, y supongo que la ley lo definirá, es cuántas veces podrá esa persona cambiar de sexo al año, porque si es no-binario, sexo flexible u otra mamarrachada, no deberían ponerle trabas para ello. 

Estoy deseando que lleguen las oposiciones a bombero o a policía y ver cuántos varones se autodeterminan como mujeres para entrar en las cuotas que tan de moda se han puesto para el acceso a estos cuerpos y cuerpas. Y ni que decir que los baremos de las pruebas físicas serán divertidísimos. Voy a inventariar unos paquetes de palomitas para que cuando llegue el caos, no perderme nada del espectáculo.  

Por todo ello, decimos que esta ley es, en puridad, la más constitucional de todas. El individuo ha sido liberado para ser aquello que quiera ser sin más limitación que su voluntad.

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